Su Historia es la de los romanos que poblaron las orillas del Arlanza dejando su impronta. Es también la Historia de una Reconquista que sembró esta tierra de una importante cadena de fortalezas y gentes venidas del norte peninsular, germen de la Castilla Condal, esencia de la Castilla actual.
La Ruta del Vino Arlanza, te ofrece la posibilidad de pasear y conocer lo genuino de su arquitectura popular. Las viviendas, adosadas unas a otras y constreñidas a los cascos que, en cada villa, encierran la Historia en perímetros amurallados. En cada pueblo de la Ruta, verás el núcleo de población agrupado en torno a la iglesia configurando, de esta forma, un conjunto compacto de calles estrechas que recuerdan el urbanismo de la Edad Media.
Símbolo genuino de la arquitectura popular del vino son los Barrios de Bodegas, recuerdo de una tradición vitivinícola que se remonta al siglo VII. Bodegas excavadas en la tierra donde se elaboraba y conservaba el vino para consumo familiar y que, hoy en día, siguen ejerciendo de lugar de encuentro para compartir con familiares y amigos.
En tu desplazamiento por la Ruta del Vino Arlanza, verás el paisaje, salpicado de palomares destinados a la cría del pichón, mudo testigo de la importancia que tuvo la cría del ganado en todo el Cerrato castellano o molinos, en otro tiempo, exponente de la bonanza económica de un pueblo o villa.
En tu paseo, fíjate en la típica candonga que corona el tejado de muchas viviendas. Es una gran chimenea cónica utilizada tradicionalmente para curar la carne procedente de la matanza.
Los grandes conjuntos monásticos son otra de las señas de identidad de esta Ruta revestida así de silencio, respeto y espíritu que te traslada a un pasado en el que, el vino, era parte muy importante de la vida cotidiana.